En 1999, se estrenó en Francia la película que lleva el título de este post.
Hoy empieza todo, porqué tal y como narra la película, a pesar de mis propias dificultades personales lucho por mejorar las condiciones de vida de mi entorno desde la educación.
Hoy día 4 de octubre de 2019, veinte años después del estreno de la película dirigida por Bertrand Tavernier, todo sigue igual. Europa y el mundo occidental en general, vive una crisis educativa que dura ya varias generaciones y que nos ha evocado a la construcción de la sociedad actual en la que vivimos.
Hay una gran lucha política y económica a cuenta de la educación. Podríamos decir que por un lado la derecha capitalista tanto española como catalana tiene como objetivo la privatización educativa, mientras que la izquierda socialista lucha por la educación pública. Pero el mundo posmoderno no se divide ya únicamente en izquierda y derecha, por lo que han surgido una infinidad de movimientos interesados en participar del poder que se puede tener sobre la población mediante la educación y que han desarrollado sus propias teorías pedagógicas.
Seguramente tendré tiempo de ir hablando de manera más profunda sobre las diferentes tendencias pedagogicas del siglo XXI y de los intereses que mueven a los diferentes movimientos para reflexionar sobre cada uno de ellos.
Hay muchos motivos que nos han llevado a la situación y está bien hablar de ellos, pero también hay que hablar de la realidad. Y eso es algo que la señora Delacourt hace de manera magistral en este corte de la película.
En homenaje a esta escena voy a explicar mi realidad como vetlladora en el sistema educativo de Cataluña.
Mi nombre es Olga, soy pedagoga y en febrero seré también psicopedagoga.
Actualmente trabajo de lo que se conoce habitualmente como vetlladora (auxiliar de educación especial). Para saber más sobre qué es una vetlladora recomiendo visitar el blog de Lourdes. (Bolg en Catalán)
Actualmente las auxiliares de educación especial no se conceden a los centros igual que se concede un maestro, se conceden de manera particular a alumnos que han sido evaluados y que tienen un diagnostico en el que se le otorga el derecho de contar con un apoyo profesional dentro del aula durante unas horas determinadas. Estos profesionales estamos contratados a través de fundaciones y no formamos parte del Departament d'Ensenyament de Cataluya (organismo que tiene las competencias en materia de educación en esta Comunidad Autónoma). En mi caso, para dos alumnos de una misma clase que han obtenido dicho derecho, han concedido 6 horas semanales a repartir como el centro considere oportuno, ya que además de estos dos alumnos, en la misma clase existe alumnado que necesitan atención especial por diferentes motivos.
Para complementar estas 6 horas, el curso pasado también trabajaba en otro centro, pero estaba a más de 60 km de distancia, en otra provincia. Al qual este curso les han recortado a la mitad las horas de auxiliar. Este año les han concedido solo 8 horas semanales, para atender a 4 casos con diagnostico y otros tantos que existen y necesitan atención especial. Es importante decir que el curso pasado (2018-2019) en este centro realizaba 14 horas y que el curso anterior (2017-2018), realizaba 30. La reducción de horas en este contrato ha sido bastante considerable. Es insostenible para cualquier trabajador realizar un viaje de 60 km para ir a trabajar 8 horas semanales. Por eso, pedí a la fundación en la que trabajo un acercamiento de los centros. El resultado ha sido que he perdido las horas del centro que está lejos y no me han dado ningún centro nuevo. Así que este curso, solo trabajaré seis horas semanales, una jornada ridícula con un sueldo igual de ridículo.
Así que en estas condiciones tan estupendas debo hacer frente a un trabajo en el que me expongo cada día a violencia, en la que mi integridad física puede correr peligro en muchos momentos a causa de los brotes y los ataques de ansiedad que pueden padecer y en el que tengo una responsabilidad enorme.
Hoy empieza todo, porqué tal y como narra la película, a pesar de mis propias dificultades personales lucho por mejorar las condiciones de vida de mi entorno desde la educación.
Hoy día 4 de octubre de 2019, veinte años después del estreno de la película dirigida por Bertrand Tavernier, todo sigue igual. Europa y el mundo occidental en general, vive una crisis educativa que dura ya varias generaciones y que nos ha evocado a la construcción de la sociedad actual en la que vivimos.
Hay una gran lucha política y económica a cuenta de la educación. Podríamos decir que por un lado la derecha capitalista tanto española como catalana tiene como objetivo la privatización educativa, mientras que la izquierda socialista lucha por la educación pública. Pero el mundo posmoderno no se divide ya únicamente en izquierda y derecha, por lo que han surgido una infinidad de movimientos interesados en participar del poder que se puede tener sobre la población mediante la educación y que han desarrollado sus propias teorías pedagógicas.
Seguramente tendré tiempo de ir hablando de manera más profunda sobre las diferentes tendencias pedagogicas del siglo XXI y de los intereses que mueven a los diferentes movimientos para reflexionar sobre cada uno de ellos.
Hay muchos motivos que nos han llevado a la situación y está bien hablar de ellos, pero también hay que hablar de la realidad. Y eso es algo que la señora Delacourt hace de manera magistral en este corte de la película.
En homenaje a esta escena voy a explicar mi realidad como vetlladora en el sistema educativo de Cataluña.
Mi nombre es Olga, soy pedagoga y en febrero seré también psicopedagoga.
Actualmente trabajo de lo que se conoce habitualmente como vetlladora (auxiliar de educación especial). Para saber más sobre qué es una vetlladora recomiendo visitar el blog de Lourdes. (Bolg en Catalán)
Actualmente las auxiliares de educación especial no se conceden a los centros igual que se concede un maestro, se conceden de manera particular a alumnos que han sido evaluados y que tienen un diagnostico en el que se le otorga el derecho de contar con un apoyo profesional dentro del aula durante unas horas determinadas. Estos profesionales estamos contratados a través de fundaciones y no formamos parte del Departament d'Ensenyament de Cataluya (organismo que tiene las competencias en materia de educación en esta Comunidad Autónoma). En mi caso, para dos alumnos de una misma clase que han obtenido dicho derecho, han concedido 6 horas semanales a repartir como el centro considere oportuno, ya que además de estos dos alumnos, en la misma clase existe alumnado que necesitan atención especial por diferentes motivos.
Para complementar estas 6 horas, el curso pasado también trabajaba en otro centro, pero estaba a más de 60 km de distancia, en otra provincia. Al qual este curso les han recortado a la mitad las horas de auxiliar. Este año les han concedido solo 8 horas semanales, para atender a 4 casos con diagnostico y otros tantos que existen y necesitan atención especial. Es importante decir que el curso pasado (2018-2019) en este centro realizaba 14 horas y que el curso anterior (2017-2018), realizaba 30. La reducción de horas en este contrato ha sido bastante considerable. Es insostenible para cualquier trabajador realizar un viaje de 60 km para ir a trabajar 8 horas semanales. Por eso, pedí a la fundación en la que trabajo un acercamiento de los centros. El resultado ha sido que he perdido las horas del centro que está lejos y no me han dado ningún centro nuevo. Así que este curso, solo trabajaré seis horas semanales, una jornada ridícula con un sueldo igual de ridículo.
Así que en estas condiciones tan estupendas debo hacer frente a un trabajo en el que me expongo cada día a violencia, en la que mi integridad física puede correr peligro en muchos momentos a causa de los brotes y los ataques de ansiedad que pueden padecer y en el que tengo una responsabilidad enorme.
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